viernes, 8 de agosto de 2014

Un sueño.

Suena un tanto contradictorio que hace unos días me estuviera preocupando por mi falta de sueño a causa del jodido insomnio y que ahora esté dandole vueltas a algo que me ha pertenecido durante unos minutos, un sueño.
Siempre digo que lo único ue realmente nos pertenece son los sueños, ¿por qué? Fácil. Porque al fin y al cabo los sueños representan lo que más queremos y ansiamos en este mundo real y lo que más odiamos o a lo que más tememos. Eso es nuestro, los recuerdos son nuestros, de tu persona y de nadie más.
A menudo he tenido sueños raros, sueños de los que no me acuerdo, sueños de los que me despierto envuelta en sudor frío y escalofríos, sueños que quisiera retomar cuando volviera a coger el sueño, sueños de los que no quisiera despertar jamás o de los que quisiera vivir eternamente. Al fin y al cabo, sueños. Pero ninguno comparado al que he tenido en esta calurosa noche de agosto.
No sé cómo ni por qué pero llegamos al centro de Madrid. La magnífica ciudad nos cubría con un manto de oscuridad que se rompía con la luz de alguna farola. Había ya poca gente por la calle y sólo quedaban los resquicios de los botellones que la gente suele hacer en la calle. Se veían grupos de chicos y chicas riendose, bailando, o simplemente sujetándose los unos a los otros para poder soportar la borrachera y que no se les fuera de las manos.
Mis amigas y yo andabamos por la calle entre risas y carcajadas, entre insultos de broma y con una botella de agua que escondía de todo menos agua. La brisa veraniega nos sentaba bien, sentía el perfume de algunas amigas y veía en sus ojos la esperanza y el entusiasmo de que esta noche valdría la pena. Y lo hizo. Ibamos en zapatillas y en poco sitios te dejan entrar, recordemos la canción de El Canto del Loco: "yo quiero entrar en tu garito con zapatillas y que no me miren mal al pasar" Exacto. Pues bueno, sin mucha idea de donde ir, anduvimos hasta uno de mis lugares favoritos de Madrid, Plaza de España. El ambiente y la atmósfera de juventud se palpaba. De repente, vibra mi móvil, un mensaje suyo. En  cuanto ví de quién era se me iluminaron los ojos y mis mejillas empezaron a sonrojarse. Ya habían sido un par de veces en los que me había escrito de madrugada, en esas horas de sinceridad. Abrí el mensaje con la esperanza de que esta vez me dijera algo realmente bonito, por así decirlo. Para mi sorpresa en el mensaje decía algo como: "Te estoy viendo. Nos vamos a la discoteca que tú y yo sabemos, aasique ya sabes donde estaré" Al instante supe a qué sitio se referia.
A los minutos nos encontramos dentro de esa discoteca que tanto me gustaba, una de las pocas que he cerrado, era un mundo paralelo en el que no necesitas ir bebido para poder pasartelo bien. Pasaron un par de horas hasta que me volvió a escribir diciendome que me estaba viendo, otra vez. Mi mirada lo buscó entre tanta gente que ya se sabía algunos rostros de memoria. Nada. No estaba. Me estaría tomando el pelo. Seguí saltando y bailando hasta que un brazo tiró del mío y allí estaba él. Cuanto tiempo, joder. Cuanto tiempo llevaba sin verle pero los nervios y las mariposillas en el estómago eran las mismas. Salimos fuera. Él y yo y nuestra discoteca favorita. Estábamos fuera con la misma brisa veraniega, el mismo ambiente juvenil, apoyados en la pared mirando a los árboles que decoraban la calle. Hablamos y hablamos. No quería que esa noche acabara nunca, no quería separarme de su lado. De pronto, me acarició la mejilla y me miró con esos claros y tímidos. Parecía mentira que nos conocieramos de tanto tiempo y que yo aún me sentá avergonzada de mirarle directamente a los ojos. Hacía tanto tiempo que esperaba este momento. "Eres tonta, pero tonta tonta" me dijo. Ambos reimos.
Me desperté. Cada sensación de ese sueño la recuerdo como si hubiese pasado de verdad, aun tengo mariposas en el estómago, aun me sonrojo al recordar ese sueño. Parece que no fue nada del otro mundo, pero para mí, ese sueño ha sido mi mundo entero.
Aunque al fin y al cabo, los sueños, sueños son.

martes, 5 de agosto de 2014

Y aquí vuelvo a estar. Delante de un espacio en blanco que espera ser escrito con lágrimas, sangre y si hace falta, letras.
Cuesta creer el rumbo que están tomando las cosas. No sé. Siempre digo que no me gustaría conocer mi futuro pero siempre quiero que sea parecido a lo que me imagino. Y este presente incierto es muy diferente al futuro que yo me imaginaba en un tiempo pasado. Parece ilógico, eh.
Cuesta creer lo que puedes llegar a sorprenderte con una persona cuando la empiezas a conocer. Yo, más complejos que autoestima, reconozco que no siempre me muestro como soy. ¿Por qué? Por miedo al rechazo. Pensarás: "menuda falsa" Puede ser, pero por dentro sigo siendo la misma, no me engaño a mi misma. Claro que todo esto lo hago con las primeras impresiones, luego cuando me conoces, soy yo, la de siempre. A propósito, jodidas primeras impresiones, menudo asco las tengo.
Puedo parecer fría, como un bloque de hielo, pero todo es cuestión de darme calor para ver como soy realmente.
Me da miedo mostrar mis sentimientos y es algo de lo que me he eatado dando cuenta recientemente. Vivía en una mentira pensando que yo era expresiva cuando esa palabra se queda lejos de lo que soy realmente. Pero todo esto es causado por mi poca valentía a la hora de expresarme, me da miedo que la otra persona pueda saber lo que siento. Es extraño porque a veces quieres gritarle a los cuatro vientos para que se él mismo se entere de que significa mucho para tí pero por el contrario, la mayoría de las veces la cabeza te dice que te calles, que la puedes cagar y no haces caso a tu corazón que te abre las puertas de la expresividad.
Es muy frustrante si te digo la verdad. Aunque al fin y al cabo todo se resume en miedo.

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He estado toda mi vida echándome las culpas de todo, yo siempre era la causante de los problemas, o eso creía. Hasta hace unos días. Hace unos días me di cuenta de la realidad, quizás tenga culpa de que estemos así, pero no toda la culpa es mía. Por primera vez pienso esto.
Me pongo en tu piel para poder comprender si toda esta mierda realmente la he causado yo. No. Esta vez no soy la mala. Esta vez tengo razón y no sabes cuanto me jode que sea así.

Un círculo vicioso.

¿Conoces esa sensación de impotencia? ¿Conoces esa sensación de querer decir tantas cosas qué no sabes exactamente qué quieres decir?
Un nudo en la garganta y en el estómago.
Han cambiado tantas cosas. Te da miedo. Mucho, demasiado. Quieres estallar. Quieres mandarlo todo a la mierda porque te niegas a seguir cargando con esta basura. No quieres. No puedes. 
¿Cuál es el problema?
Tú.
No tienes los suficientes cojones para mandarlo todo a la mierda y decirle todo lo que tienes en mente a todas esas personas. No tienes cojones de proponerte metas porque sabes que no las cumplirás. Pero les ves, ves a la gente que avanza y tú sigues en tu misma mierda.
Es un círculo vicioso muy simple o demasiado complicado.
Te ves en la misma situación, cambia el día pero la mierda sigue siendo la misma. Quieres cambiar, quieres mandarlo todo a tomar vientos. No puedes, no puedes porque eres una cobarde. Entonces te frustras contigo misma porque ves que vas a seguir en la misma situación, y luego te quejas de que sigues en las mismas. Normal. 
Quieres decirle que haces mucho que no te sentías así. Que hace mucho que no te ilusionabas, pero que tambien hace mucho que no te desilusionabas de esa manera. No pasa un día sin que te imagines cómo sería pasear por Madrid agarrada a su mano, cómo sería pasar una tarde con él, cómo sabrán sus besos. Pero él tiene otra, u otras. Quieres conocerle, quieres saber si es como te lo imaginas. Pero frenas. Te dices a ti misma: "para, deja de imaginarte situaciones imposibles." Frenas. Vuelves a la realidad. A la jodida realidad en la que te dan envidia todos aquellos que son queridos de la manera que a tí te gustaría que te quisiesen. 
El mundo se para. Estás sola, sola contigo misma, con tu peor enemiga. Te planteas la idea de que nunca nadie te querrá porque al fin y al cabo, ¿quién iba a querer a alguien como yo? Y susurras: "Nadie".
Nadie quiere a alguien con estos altibajos, con estas ilusiones, con estos sueños, con este cuerpo, con esta mente, nadie quiere a alguien que no se quiera (o eso dicen). Entonces rompes a llorar, nunca te vas a querer, hay días en los que te puedes aceptar, pero al día siguiente te levantas y sigues siendo la misma mierda. Nada ha cambiado. Días malos y días no tan malos. 
Voy a empezar a concretar porque soy cobarde. 
Mi mejor amiga, o bueno, la que era mi mejor amiga, ahora una desconocida. La echo de menos, sí. Pero seguro que ella ni se plantea esta situación. No la culpo. No soy lo suficientemente buena como para que me echen de menos. La envidio, mucho, demasiado. Ella tiene lo que hemos estado buscando las dos durante estos últimos años. La envidio. Quisieras decirle todo, TODO. Cómo te sientes, qué es lo que ha pasado. Pero, ¿para qué? Ni a ella ni le importa. A nadie le importa los pensamientos de una chica con más complejos que autoestima. Es lógico. 
Ya son varios días sin dormir. ¿Por qué? Porque tienes la mente en blanco, ni sientes ni padeces, simplemente no duermes. 
Veamos como se presenta esta noche.