sábado, 5 de marzo de 2016

Duda o solución.

La verdad es que no sé qué me pasa. 

Estoy dando vueltas por toda mi habitación. No paro de pensar. Mi cabeza no para de girar. Intento buscar algo y no llego ni a saber el qué quiero encontrar. 

Quizás quiero encontrar a mi yo de 8 años. Tímida y extrovertida, sonriente a más no poder, con mejillas sonrosadas y los dientes descolocados. Con un tono de voz no muy agradable pero con una risa que era la banda sonora de cada uno de mis días. Con sueños, ilusiones y miedos. Una niña enamoradiza, romántica, tierna. 

Sigo intentando encontrar a esa niña. 

Quizás estoy intentando encontrar a esa persona que me llene. Esa persona que encaje con el puzzle que tengo por alma. Han sido tantos los simulacros que he encontrado, los candidatos a ser mi otra naranja, que ya ni sé lo que quiero en esa persona. Han venido tantos que ya no sé si les echo de menos, si me alegro por ellos o si me moriría por tenerles a mi lado en esta tarde de sábado. Ya no sé si los kilómetros son realmente una excusa para dejar de querer o si las segundas/terceras/octavas oportunidades servirían para algo. 

Sigo intentando encontrar a ese simulacro. 

Quizás quiero buscar y encontrar ese estado que me permita hacer lo que quiera cuando quiera, sin importarme lo que vendrá. Si lo hubiera encontrado no estaría en este estado de madurez con el que no me termino de llevar muy bien. 
Quizás es solo cuestión de tiempo. 
Quizás soy yo mi propio obstáculo, soy yo la que rompe mis ilusiones, la que apuñala su propio corazón, la que pisa los trozos que me quedan de alma. 
Me gustaría poder cantar por la calle en vez de tener que esconderme en la ducha para poder hacerlo, me gustaría poder reír a carcajadas cuando me cuenten un chiste y no taparme la boca o no reírme tanto como quisiera solo porque mi risa es un tanto ridícula. Me gustaría poder ponerme escotes sin pensar que puede que no me hagan una figura precisamente bonita o que las miradas se centren en otro sitio que no sean mis ojos (aunque es una solución a lo de mi risa) Me gustaría poder estirarme y caminar con la cabeza bien alta sin preocuparme por mi altura, sin preocuparme por sacarle una cabeza a un chico, sin preocuparme por pensar que mis piernas son tan largas que nadie querría enredarlas con las suyas en una noche de frío. Me gustaría pensar que esas prominentes caderas que tengo son bonitas y no son un mal de los dioses. Me gustaría pensar que mi timidez es bonita e interesante, como si escondiera algo, misteriosa. Me gustaría pensar que esa misma timidez es lo que dejara huella en las personas, al igual que lo podrían hacer mis besos en el cuello de aquel simulacro.

Quizás no deba sentarme. 
Quizás debería de seguir dando vueltas por mi habitación intentando encontrar la dirección correcta hasta mi yo de 8 años. 



domingo, 7 de febrero de 2016

Sí, pero no.

Domingo. 

No sé si alguna vez he mencionado lo mucho que me gustan los domingos. Y lo mucho que los odio. 
No cambio por nada del mundo un plan dominguero, tanto si incluye día de películas y manta como si implica aprovechar el día fuera de casa - amo hacer planes mañaneros -. 
Últimamente sueño con escapadas a lugares que me encantaría conocer y a lugares que ya conozco lo suficiente como para volver a enamorarme de ellos. 
Necesito un día de esos, la verdad. 

Odio los domingos porque siempre me han sabido a recuerdo y a olvido. A despedidas y a personas que se fueron. Odio los domingos. 

Ahora mismo, te confesaré que no salgo del bucle de una de mis nuevas canciones favoritas. Supongo que me gusta tanto, no porque me recuerde a nosotros, si no porque habla de todas las cosas que me hubiera gustado que me hubieras dicho algún día. Así. Sin más. Simplemente porque te apeteciera decírmelo. 

Cobarde. 

Yo también lo soy. La cobardía y la valentía son términos que realmente nunca he sabido distinguir. Supongo que nadie tiene la receta idónea para cada uno de ellos. Aunque prefiero seguir viviendo en la ignorancia. 
No soy de esa gente que piensa que aquel que no llora es un valiente. Ni tampoco soy de la opinión de que "una mujer como un castillo de 20 años como tú no puede llorar por estas tonterías", chorradas. Esa frase retumba hoy en mi mente. Más que nunca. 

Hoy me he acordado de tí, de mí, de todos los planes que yo quería hacer contigo, de la ilusión. Te he echado en falta. Mucho. Mañana me enfrento a uno de mis peores miedos y a la vez a una de mis mayores ilusiones y no estás aquí para presenciarlo. Supongo que es porque no has querido y precisamente por eso no te culpo.