Es alto, muy alto. De esos de los que te quieres colgar de sus hombros para ver si desde ahí arriba el mundo se ve de una mejor manera.
Tiene una sonrisa de esas contagiosas aunque nunca sonría con los dientes tú sabes que cuando lo hace es porque se ríe de verdad, porque es feliz de verdad.
Sus mofletes, sus mofletes son como pequeñas nubes que te dan ganas de aplastarlos hasta que le hagas daño.
Tiene unos ojos grandes y vistosos, marrones oscuro, pero no son sus ojos, es su mirada. Esa mirada que cuando te alcanza, no sabes si quieres correr y dejarle atrás o correr para abrazarle y no soltarle nunca más.
Sus labios, esos labios que te vuelven loca, que te gustaría poder rozarlos con los tuyos siempre que quisieras.
Pero ya lo que supone tu paraíso es su risa, su risa que viene acompañada de esa sonrisa tan preciosa, de su ojos entrecerrados y de sus mofletes con hoyuelos.
Salir contigo sin importarnos la hora que es, sin importarnos que piensen los demás. Quiero cantar contigo a pleno pulmón por la calle y quiero bailar como unos idiotas en cualquier bar mientras sujetamos una copa con nuestra mano. Quiero que nos apostemos una ronda más a ver quien aguanta más sin respirar. Quiero discutir sobre aspectos estúpidos sobre la vida en general porque al fin y al cabo los tontos se ríen de tonterías y hablan de tonterías. Pareces de esos de los que te cogen por la cintura para poder apoyar su cara en tu hombro y así hablarte al oído.
Pareces tantas cosas que no puedo terminar de describirlas porque en mi mente parecen tan perfectas que me cuesta poder plasmarlas en este escrito.
Una ironía del destino no poder tocarte, besarte o abrazarte. Fíjate.
Lo que más me duele es que no sabes ni de mi existencia, de hecho me pregunto si tú mismo te cuestionas que alguien sienta esto por tí. Porque no sabes que en mis peores momentos has estado conmigo, con tu voz y tu sonrisa. Es ridícula toda esta situación, me da pena, pero te quiero.