lunes, 16 de febrero de 2015

.soaC

La verdad es que no entiendo esa tendencia que tenemos -al menos que tengo yo- de estar un día en el cielo y otros por debajo del suelo. Unos días tan feliz y otros días tan "ni río ni lloro pero ninguna de las dos son buenas"

Tampoco sé si prefiero que me digan que soy guapa a que no me lo digan. Cuando no me lo dicen me siento menospreciada y cuando me lo dicen, me siento incómoda porque yo sé que no es verdad. 
De qué me sirve que me digan "que bien te quedan esos pantalones" cuando me miro al espejo y me veo igual o peor que todos los días. De qué me sirve que me digan "te envidio" cuando yo la envidio a ella por tener una sonrisa tan bonita, un pelo tan bonito, un cuerpazo y ese desparpajo que hace que todo el mundo quiera estar a su alrededor. Dime, ¿de qué me sirve?

Y lo digo porque necesito que alguien me escuche. 
Que estoy harta de ser un cuerpo, de no ser nada más. Estoy harta de ser eso porque yo no estoy de acuerdo con esa percepción, porque ellos la prefieren a ella para quererla, porque tengo miedo de que alguien me quiera o de yo por fin querer a alguien. 


Querer. 
Por querer yo quiero irme de aquí a un lugar recóndito a explorar sus sensaciones, sus olores, sus vistas, sus texturas. Un lugar en el que la brújula sea yo misma aunque esté perdida buscando mis polos. 
Un lugar perdido. 
Por querer quiero que me quieras como yo te quería, te quise y ya no te quiero. A tí. Estúpido. Estúpida yo. 

Estupidez. 
Estúpida es como me siento yo al pensar que todo tiene solución. Que las soluciones de todos los problemas no están en un vaso medio lleno o en un vaso medio vacío, ni siquiera en la botella de ron de ese viernes noche. Las soluciones no están en mi mente ni en mis manos. No todas están ahí. 

Todas. 
Todas están ahí para tí. Todas con las que has jugado. Y yo. Yo una más. Entre el montón, entre la multitud estoy yo. Una niña-chica-mujer-persona. Todas a la vez. Entre ellas estoy yo. Normal. Alta. Morena. Normal. Sonriendo. Sonriendo con la esperanza de destacar entre todas. Normal. 

Normal. 
Nada fuera de lo común. Yo. Nada fuera de las demás. Tampoco soy como las demás. O sí. O no lo sé. Yo. Normal. La que se toma el bote de Nocilla a cucharadas y la que calma sus penas abrazada al peluche que su mejor amigo la regaló como presente de sus 19 años. Yo. Normal. Más problemas que soluciones. Más desastre que orden. Más rota que rompiendo esquemas. 

Desastre. 

Orden. Desastre. Desorden. Piezas. 
Rotas. 
Piezas. Desorden. Yo. Nedrosed. Yo. Tú. Los dos. Caos. 
Caos que por una vez me hubiera gustado arreglar. Chica caos. Corazón caos. 

Corazón. 
Corazón, ahora tienes que pedirte perdón por creerte siempre feo y culpable, por sufrir cada vez que sale el sol. Por creerte algo que no eres. Por querer salir de mi pecho cada vez que pensabas en él y por cicatrizar cada vez que pensaba demasiado. 

Cicatrices. 
Y es que por pensar tengo un millón de cicatrices, soy un escudo soy hipersensible, una barrera al corazón. Golpes. Pum. Pum. Pum. Silencio. Pum. Pum. Pum. Cicatrices de guerra, de sueños rotos, de sentimientos tirados a la basura, de una muñeca rota. 

Muñeca. 
Yo. Las muñecas con las que jugaba de pequeña y que ahora veo en una caja en el fondo de mi armario. Las tarde que pasé jugando con ellas, imaginándome mi vida en unos años. Vida que queda muy lejos a lo que esa niña de pelo claro se inventaba en esas tardes. Infancia. 

Pensamientos que van y vienen. Que van y vienen pero nunca paran. 
Esto es un sinsentido que ni yo misma sé solucionar. Toca seguir pensando sin encontrar la solución. 



domingo, 15 de febrero de 2015

Querido tú (3)

Es la tercera vez que te escribo y la quinta que te pienso. 
Es la tercera vez que quiero que leas esto y la primera en la que siento que esto va dirigido a alguien que no merece la pena. 
Es la tercera vez que te escribo aunque ya es el décimo borrador. 
A la tercera va la vencida, o eso dicen. 

Simplemente quería contarte cómo me van las cosas.

Sin tí estoy bastante mejor de lo que me esperaba, supongo que será porque ya ha pasado lo peor. Ya no necesito meterme en tu perfil y ver que todo te va bien porque prefiero no ver a esa novia que te has echado - muy guapa, por cierto -.

Realmente me he propuesto no esperar nada de nadie porque desde que esperé que tú volvieras, tú te has ido con otra y has seguido tu vida. Y yo, mientras tanto, me he quedado con medio corazón en el suelo y la otra mitad perdida por el camino. 
Me he propuesto no pensarte tanto. Ya no eres mi primer pensamiento al levantarme ni mi último al despertarme. 

Otra cosa a la que le he dado vueltas es al hecho de que tengo casi 20 años y que por ello, no puedo desperdiciar un año más esperándote. No. Ya lo he hecho durante 2 y no me ha salido precisamente bien. Eso años no me han servido de nada. Solo me han servido para llegar a la situación en la que estoy hoy en día. Poco a poco hiciste que mi corazón se hiciera a prueba de balas, a prueba de todas las balas excepto de la tuya. Poco a poco, me hago resistente a esos ataques tuyos de sinceridad o a tus ataques de indiferencia. Poco a poco vuelvo a ser yo. 




La de vueltas que da la vida y la de vueltas que dabas a mi cabeza. 
Y ahora ya no siento nada, no siento nada salvo pena por tí. 
Espero que todo te vaya bien. Espero que nadie te cause tanto daño cómo tú me lo hiciste a mí. 
Ahora, por favor, deja que cicatrice el desastre que has dejado.
Que te vaya bonito.